28 de enero de 2012

RIESGO SÍSMICO EN LA REPUBLICA DOMINICANA

Por:  R. OSIRIS DE LEON
Academia de Ciencias.

La posición de la isla Hispaniola, justo en el
borde de interacción entre la placa tectónica de
Norteamérica y la placa tectónica del Caribe,
específicamente en el borde norte de la placa del
Caribe, provoca que toda la isla, pero
especialmente la región septentrional, sea
considerada como de alto riesgo sísmico, lo que se
evidencia al pasar revista a nuestra historia
sísmica, donde encontramos seis devastadores
terremotos.
Esos devastadores sismos, ocurridos en 1562,
1783,1842,1887,1904 y 1946 han destruido
importantes ciudades dominicanas, principalmente en
la región norte; apreciándose que los últimos
cuatro grandes sismos tuvieron una separación de
59,45,17 y 42 años, por lo que es  de esperarse que
en un futuro relativamente cercano el país sea
afectado por una fuerte sacudida sísmica, ya que
desde 1946 hasta el presente han transcurrido 57
años.
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Pero no obstante
el alto riesgo
sísmico de
nuestro
territorio y no
obstante la
proximidad de un
evento sísmico
importante, el
país no está
preparado  ni
física, ni
síquica, ni logísticamente para enfrentar un terremoto de
magnitud superior a 7.0 grados en la escala de
Richter,  puesto que la mayor parte de la población
dominicana, por no haber vivió la experiencia del
último gran terremoto del  4 de agosto de 1946,
tiende a subestimar el riesgo sísmico en la
República Dominicana.
Esta subestimación del riesgo sísmico permite que
se levanten torres multipisos  en áreas poco aptas,
especialmente  en aquellas áreas del Distrito
Nacional donde el subsuelo está integrado por
gruesos mantos de arenas saturadas, con alto riesgo
de licuefacción al momento de un sismo importante,
ya que está claro que el comportamiento de una
edificación ante un fenómeno sísmico dependerá de
cuatro factores: la magnitud del sismo, la duración del sismo, el diseño estructural y las
características del suelo. Dos edificios,
estructural y arquitectónicamente iguales, se
comportarán de formas diferentes si los suelos son
diferentes.
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De ahí que el
vertiginoso d
de las construcciones
verticales,
especialmente
ciudades de Santo
Domingo y Santiago,
exija tomar todas las
previsiones
ingenieriles
y demande la urgente
adopción de un
riguroso código de
edificaciones con
modernas normativas
para diseños y
construcciones
sismorresistente
esarrollo
en las
de lugar
s, yaque una gran cantidad de torres múltiples han sido
levantadas sin tomar en consideración el altísimo
riesgo sísmico al que se  enfrenta la República
Dominicana, y donde muchas veces hasta los estudios
geotécnicos de rigor han sido ignorados o
deficientemente ejecutados, al tiempo que los
departamentos oficiales facultados para autorizar
las construcciones no siempre exigen la
presentación de estudios geotécnicos detallados, ni
mucho menos una evaluación del comportamiento del
suelo y de la estructura ante la eventualidad de un
sismo.
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Esta situación debe y tiene que cambiar para
garantía de la ciudadanía, ya que hoy día es
posible zonificar horizontal y verticalmente el
subsuelo a fin de conocer con mayor aproximación la
interacción suelo-estructura y establecer el
coeficiente del suelo en función de las velocidades
de propagación de las ondas de corte, para con ello
definir el comportamiento del subsuelo ante los
efectos de un sismo y adecuar el diseño para
reducir el riesgo de
colapso de la
edificación. Parte del problema
anterior radica en
el hecho de que la
franja sur de la
ciudad de Santo
Domingo descansa
sobre un sistema de
terrazas calcáreas
emergidas del fondo
oceánico y
constituidas
mayormente por
diferentes estratos
subhorizontales de
calizas coralinas, calizas que en contados casos permiten el paso de
las ondas sísmicas longitudinales a velocidades
comprendidas entre 3,000  y  4,000 m/s, y el paso
de las ondas transversales a velocidades
comprendidas entre 1,600  y  2,200 m/s, conforme a
múltiples mediciones que hemos hecho en la ciudad
mediante el método de refracción sísmica.
                                       
Esto provoca que muchos proyectistas asignen
excelentes cualidades físicas a las calizas
coralinas subyacentes, y asuman que estas rocas se
extienden hasta los 30 metros de profundidad
requeridos para las consideraciones de los análisis
sísmicos, cuando en realidad  el espesor de la
caliza de buena calidad oscila entre 3 y 7 metros y
bajo esta caliza usualmente encontramos horizontes
de margas arenosas, margas arcillosas suaves y
bancos coralinos no cementados, lo que indica que
cuando excavamos para construir sótanos o parqueos
soterrados, estamos eliminando la roca de mejor
calidad y estamos fundando sobre roca regular a
pobre, roca esta que permite el paso de las ondas
sísmicas compresionales a velocidades generalmente
inferiores a los 1,000 m/s, lo que torna el área en
muy riesgosa, especialmente para las altas torres
al momento de producirse un sismo de gran magnitud,
por los efectos de amplificación que pudieran
presentarse en los subestratos.
Pero otra situación preocupante en la Capital es la
construcción informal de viviendas en los sectores
marginados, principalmente en escarpadas laderas
arcillosas de la zona norte y de la zona oeste  de
la Capital, construcciones que son levantadas por
los propios moradores o por vecinos del lugar que
no cuentan con ninguna formación ingenieril. Estas
serían de las primeras edificaciones en colapsar al
momento de un terremoto.
Hacia el interior del país encontramos que el
bloque septentrional, integrado por el valle del
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Cibao, la bahía de  Samaná, la cordillera
Septentrional, la península de Samaná y la costa
Atlántica, es el bloque que registra la mayor
actividad sísmica de toda la isla y donde se han
producido los sismos más devastadores que hemos
sufrido en los últimos 500 años, con el agravante
de que la gran mayoría de los centros urbanos como
Santiago, La Vega, Bonao, Moca, Salcedo, San
Francisco de Macorís, etc., están emplazados sobre
suelos arcillosos, suelos arenosos o mezclas de
arcillas, gravas y arenas, lo que puede provocar un
efecto de amplificación del espectro sísmico
producto del lento desplazamiento de las ondas
longitudinales y de las ondas transversales a
través de los suelos, lo que innegablemente podría
ser catastrófico para una  gran parte de las
edificaciones levantadas sobre estos suelos
arenosos saturados donde podrían presentarse
fenómenos de licuefacción. De ahí que sea necesario
desarrollar una microzonificación sísmica en cada
una de estas ciudades para categorizar los suelos,
construir edificaciones en los  suelos más aptos y
dejar como áreas verdes los suelos de mayor riesgo
sísmico. Es hora de prestar la debida atención a
esta realidad nacional.

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